Por Jhojan
Sebastián Ortiz Moreno
“La lectura es
el viaje de los que
no pueden tomar
el tren”
Siglo
XXI, época de avances y modernización. Movernos
por el mundo se ha hecho fácil ya que el
monstruo llamado civilización se expande dejando a su paso vías, aeropuertos, muelles,
basureros, enfermedades y en algunos casos, muerte. Lo interesante es que si le
preguntamos a alguien, en especial a un joven, que si ha viajado en tren, tal
vez nos contestaría ¿Eso se puede? o ¿Eso todavía existe?
Y
este es precisamente el tema de mi proyecto, realizar una reflexión sobre el
tren en mi ciudad.
Para
poder ver a qué me estaba enfrentando con el trabajo decidí recorrer la vía
férrea en compañía de mi padre. Era un domingo casi nublado, algunos rayos del
sol asomaban por entre las nubes como queriendo resplandecer al máximo; empezamos
desde la parte trasera de la capilla San José. La primera impresión fue de soledad
y suciedad, se veía basura y más basura como si fuera lo que ahora recorre la carrilera.
Después
de un recorrido de 30 minutos el rastro del paso de los años se hace evidente;
hay maleza que cubre toda la vía férrea,
sin embargo alrededor de la carrilera se respira la naturaleza y se sienten
aquellas viejas costumbres de pueblo; incluso pudimos observar una familia
haciendo un sancocho; pero todo en la vida no es felicidad, llegamos hasta un
punto en el que la carrilera atravesaba un río utilizado ahora como cementerio
de llantas, basura y hasta sitio de encuentro de animales; el río una prueba
más de nuestra indiferencia y falta de voluntad contra el medio ambiente.
Nuestro trayecto fue de dos horas y recorrimos una tercera parte del total de
la vía férrea que atraviesa la ciudad.
Estábamos
cansados; había algo de sentimientos encontrados, satisfacción de haber podido
ver y experimentar estas sensaciones al recorrer la vía del tren, pero sentía
desazón por no haber culminado el trayecto.
Dos
días después tuve la suerte de poder encontrar y entrevistar a la señora María
Elba Rincón de 64 años, oriunda de Duitama y conocedora del tema; ella nos
cuenta que la construcción del tren se remonta a los años de 1932 y 1934; además
nos contó que la persona encargada de
construirla fue el ingeniero belga Guillermo Patterson; nos narró que la
construcción produjo controversia ya que unos hablaban de construirla por lo
que hoy es la carrera 17, mientras que otros
decían que por la carrera 18; agregó que la solución la dio el alcalde Santiago
Rivas quien decidió que se construyera por la famosa “calle 20”. En aquellos
días también se decía que la llegada del tren marcó el más enorme impacto de
desarrollo local y regional. Ella nos contó con simpatía que su mamá la llevó a
conocer y a pasear en el tren, haciendo el trayecto de Duitama a Sogamoso.
Agregó que fue algo asombroso ver a este “Monstruo de hierro” como lo denominó ya
que lo consideraba algo inigualable, sin embargo, hoy en día éste monstruo ya
no despierta las mismas pasiones, vivencias, amores o desamores.
Si
invertimos la perspectiva por un momento ¿Qué es el tren para nosotros? Podría decirse
que de este invento quedan toneladas de hierro regadas por la región; olvidado
por algunos pero otros pocos esperanzados en que ese león, ese monstruo vuelva
a “rugir”.
Ya
terminando la entrevista, le hice la siguiente pregunta a doña María ¿Cuál es
la percepción que tiene usted sobre el tren aquí en Duitama? Y con un gesto no muy
agradable me respondió:
“Un
servicio que está siendo desperdiciado porque somos una sociedad consumista, porque
lo que nos llega lo desechamos, así sea bueno o malo y no le hemos dado la importancia necesaria”
Si
analizamos la respuesta no es ajena al panorama del tren en Colombia. Es algo
olvidado, ya es un viejo recuerdo.
Ya
tenía casi todo listo para el trabajo pero todavía quería recorrer el trayecto
que me faltaba. Salí un domingo después de misa. Entré por la parte de atrás
del supermercado Pasadena. Se veía un paisaje desolador, haciendo honor a la
pobreza que lo rodea; visité la antigua
estación y la bodega donde
cargaban los vagones. La carrilera era un completo barrial, no pudimos recorrer un tramo ya que nos vimos frente a una pandilla por los lados de la plaza de mercado y
sentimos miedo al comprender que podríamos perder nuestras pertenencias; nos
alejamos un poco y después retomamos el camino. Después de un largo recorrido llegamos al sector
Higueras donde se respiraba naturaleza,
vimos vacas amarradas a los rieles como si ahora fueran ellas las que los
recorren; también vimos personas en sus labores de campo; ya casi salíamos de
Duitama pero empezó a llover, así que nos retiramos, tomamos un bus y fuimos a
casa. En ese momento pensaba en que había cumplido mi meta, ver con mis propios
ojos lo que debió ser y experimentar este recorrido a bordo de un tren, y lo
que debieron sentir los amigos de la carrilera.

Días
después entrevisté al señor William Pérez de 87 años, que esforzando su memoria
y reviviendo sus recuerdos me contó algunas historias que convivían en ese
tiempo con la carrilera; me dijo que los niños en sus tiempos libres venían a
esperar el tren, y en el momento que pasaba se montaban o se “colunchaban” para
experimentar esa adrenalina que provocaba subirse al tren en pleno movimiento;
también me narró cómo otros muchachos traían las tapas de las cervezas y las
colocaban sobre los rieles del tren y después de que pasaba recogían los filosos círculos llamados “rumbos” o “zumbos”
con los que casaban fuertes peleas entre dos “luchadores” si se les puede
llamar así; de vez en cuando alguno de aquellos “luchadores” salía con la cara
cortada o con un ojo lastimado. Independientemente de estos usos, pienso que el
tren en aquellas épocas fue un buen amigo de la gente de mi ciudad.
Por
último, y pensando en lo que me dijo doña Elba Rincón, quien se dice que fue la
primera alcaldesa de Duitama hacia 1987, no todo lo deberíamos tirar a la
basura; si queremos algo hay que luchar por ello. Además veamos el daño que le hacemos
a la naturaleza con comportamientos como botar basura o el daño que le hacemos
a nuestra historia botando a la basura
la memoria que coexiste con y en cada uno de nosotros; deberíamos pensar que
estos actos pueden llegar a ser irremediables y perjudiciales para nosotros,
aunque estas actitudes son comunes en una sociedad como la colombiana que no se
da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde; nos hemos acostumbrado a ello.
No dejemos que nuestra historia se pierda como se pierden los trenes en las
montañas, además podemos observar que nuestra vida es como un tren que va de un
lado a otro luchando por llegar
a su destino.
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