jueves, 7 de noviembre de 2013

SAN JUAN BOSCO: DE LO RURAL A LO URBANO

Por Gabriel Alfredo Guío Acosta

Hace tres años vivo en el barrio San Juan Bosco, el cual limita al oriente con el río Chiticuy, al occidente con la Avenida Camilo Torres, por el norte con el barrio La Paz y la UPTC y por el sur con el barrio Las Lajas y el colegio Santo Tomás. Es un barrio grande que está al suroriente de Duitama, y cerca queda el colegio Santo Tomás, a tres cuadras, pues vivo por la carrera 27, cerca al río.
Cuando decidimos construir nuestra casa en este sector, el barrio era muy despoblado, el rumor del río Chiticuy, el canto de los pájaros y la vegetación le daban al lugar un aspecto campesino que parecía un retiro espiritual ya que no se sentía el ruido de los carros ni de una ciudad congestionada. Se dormía en absoluto silencio.
Pero durante estos tres años el barrio se ha urbanizado de manera acelerada. Tanto que en la cuadra donde vivo han construido 5 casas, casi todas de dos y tres pisos, y en sus alrededores se pueden ver muchas más construcciones nuevas de varios apartamentos. Esto permite deducir que la demanda de vivienda es mucha. También en estos tres años se construyó el supermercado Pasadena, que es muy grande. Allí la gente hace su mercado siempre y no tiene que ir a hacerlo al centro.
Lo más interesante del barrio es su historia, pues sus primeros habitantes llegaron hace más o menos de treinta a cuarenta años, versión que nos confirma doña María Ester Álvarez; ella cuenta que llegó más o menos hace unos cuarenta años y crió a sus seis hijos “a punta de la venta de verduras que ella sembraba en la huerta y vendía en el mercado”, pues este sector era agrícola, se veían muchos sembrados de espinaca, acelgas, cilantro, habas, mazorca y árboles frutales como feijoas, limones, naranjos, pues la ribera del río siempre fue muy fértil.


Pero cuenta don Avelino Márquez que los cultivos no fueron la mejor opción para esta zona, porque algunas plagas los invadieron, y por eso la gente optó por “lotiar” (dividir un terreno en lotes) los terrenos para hacer viviendas, “los cultivos de feijova se acabaron, porque se demoraban de 10 a 12 años para producir, y vino la polilla y acabó con todo. La presión de la polilla hizo que se disminuyera bastante la siembra, porque el control era muy duro”.
Don Avelino agrega “cuando yo llegué hace 40 años todo era un potrero, de un doctor Espejo, que era el dueño de una casa aquí, y tenía un establo con vacas al pie de donde está actualmente el polideportivo. Aún hay algunas paredes de tapia pisada; ahí había una gran casa y tenía su establo. Él era dueño de todo lo que compone al barrio San Juan Bosco, con una parte del barrio San José, hasta bajar a donde hay unas cañas que quedan al pie del mirador del Chiticuy. Toda la parte del polideportivo para abajo, hasta donde es Juan Grande, se llamaba Agua Tendida. Después  nombraron al barrio, Camilo Torres, y a la avenida le pusieron Avenida Camilo Torres y esa casa en la vía de Rancho Grande, ahí llegaba uno a tomar masato y a comer mogolla, que era lo especial”.
Los esposos, Jorge Sanabria y Eliodora Cachope también llegaron aquí hace más o menos cuarenta años, y cuentan que todas estas tierras eran de un médico cirujano llamado Alberto Espejo Niño de Tibaná, casado con una italiana. Él vendió una parte del terreno “a un precio bajito” para construir el colegio Santo Tomás, que al principio era sólo una casa pequeña y se llamaba Promoción Social, con énfasis en cultivo de especies menores, verduras y hortalizas.
Ellos cuentan que el colegio La Sagrada Familia lo fundaron “unas monjitas italianas que le hicieron mucho bien al barrio”, pues una de ellas era médica, Sor Electa, “ella curó a mi esposa de un asma con unos medicamentos que traían de por allá” dice don Jorge. También doña Anita de Ayala, dueña de una tienda que queda al frente del colegio, cuenta que “la monjita viajaba y traía ropa de muy buena calidad, parece que eran paños ingleses, porque esa ropa duraba eternamente”, y “¡eso se armaban unos pintonones!” dice el hijo de don Jorge.
Doña Anita cuenta que la monjita médica la curó de la vena várice, “pero como la gente es envidiosa, parece que a los médicos de por acá no les gustó, y le hicieron la vida imposible, y se tuvo que ir”. Actualmente el colegio funciona para la comunidad y allí se dictan clases para los niños pequeños, desde preescolar hasta quinto de primaria, y “es un buen colegio”, dice doña Anita. También se dictan clases los sábados para los adultos con un programa del gobierno que se llama Transformemos.
 Cuando yo llegué al barrio, las calles estaban sin pavimentar, había muchos lotes que servían de pasto para las vacas, en verdad era un barrio rural. A mí me gustaba ir con mi hermano Gustavo a caminar por la orilla del río, porque era novedoso para nosotros ver el paisaje, ver árboles tan grandes en la rivera. Además nos íbamos a hacer ejercicio por el Pueblito Boyacense, esa parte es llamativa porque todavía existe un paisaje lleno de vegetación. Cuando llegan familiares o amigos de otra parte como Bogotá, siempre los llevamos por esos lados y a ellos les parece muy bonito.

Pero no todo es paz y tranquilidad, porque el barrio también tiene problemas, por ejemplo de inseguridad, ya que “a plena luz del día le han robado los celulares a los estudiantes, sobre todo por el lado del matadero”, como le llaman al polideportivo, que tenemos en la carrera 25 con calle 24. Hace dos años también le robaron el celular a un amigo, Cristian Ruge, por ese lado, pues él iba para su casa que queda en el Pueblito Boyacense. La asociación del barrio ha logrado rescatar este espacio tapando los huecos que había bajo las gradas, y mucha gente hace deporte allí. 


Esto no es bueno para el barrio, pues este es un sector importante de Duitama, ya que ha crecido, y además tiene centros educativos como la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, el colegio La Sagrada Familia, el colegio John Dewey y el jardín
para niños El Divino Niño, y limitando, el Instituto Técnico Santo Tomás de Aquino.
También se presentan otros problemas cerca de la universidad, pues allí hay muchos bares, y “los fines de semana se llenan de mucha gente, sobre todo de estudiantes, y los vecinos no pueden dormir por el ruido de la música y los desórdenes de los jóvenes que se emborrachan. Además, parece que no les prestan los baños y hacen sus necesidades en los andenes de las casas y a nosotros nos ha tocado levantarnos muy temprano a limpiar y a lavar, y eso es un asco. Miren allá… esa reja la pusieron los vecinos para evitar esto y ahora nos dejaron el problema a nosotros, y si nosotros ponemos reja le dejamos el problema a la siguiente casa, y así sucesivamente. Hemos puesto tutelas y la alcaldesa no nos ha escuchado”. Esto nos contó doña María Inés López, que tiene una cafetería donde vende empanadas y café, ella es dueña de la casa, muy cerca de la universidad. Parece que la administración no quiere escuchar las quejas de la gente, “como aquí todo se hace por debajo de la ruana…”, dice don Jorge.
El crecimiento del barrio San Juan Bosco es importante para la comunidad, pues aquí se encuentra de todo, como dije anteriormente, instituciones educativas importantes, droguerías, panaderías, famas, restaurantes, carpinterías, lavandería, papelerías, internet, supermercados, ferreterías, etc. Un porcentaje muy alto de terreno ha sido construido; este sector se ha urbanizado rápidamente, “el barrio es amañador porque aquí están todas mis amistades, yo compré un apartamento por allá cerca al hospital, y no he podido congeniar con la gente, porque cada uno vive en lo suyo y no le importa el resto, en cambio aquí yo me hablo con todo el mundo”.

El barrio pasó de lo rural a lo urbano, pues las edificaciones han invadido muchos lotes que había desocupados o sembrados. Ya el barrio no tiene ese aspecto que tenía hace tres años, un ambiente campesino, no se escuchaban los ruidos de la ciudad y había mucha tranquilidad, pero a medida que se han construido edificaciones nuevas y ha llegado más gente, el barrio se ha hecho más congestionado y ruidoso.
A pesar de todo esto, el barrio sigue siendo muy interesante y acogedor porque tiene cerca un lugar atractivo, que es el Pueblito Boyacense, donde uno puede ir a comerse un helado con la familia y a caminar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario