domingo, 27 de octubre de 2013

EL MONSTRUO DE HIERRO

Por Jhojan Sebastián Ortiz Moreno
“La lectura es el viaje de los que
no pueden tomar el tren”

Siglo XXI, época de avances y  modernización. Movernos por el mundo se ha hecho  fácil ya que el monstruo llamado civilización se expande dejando a su paso vías, aeropuertos, muelles, basureros, enfermedades y en algunos casos, muerte. Lo interesante es que si le preguntamos a alguien, en especial a un joven, que si ha viajado en tren, tal vez nos contestaría ¿Eso se puede? o ¿Eso todavía existe?
Y este es precisamente el tema de mi proyecto, realizar una reflexión sobre el tren en mi ciudad.
Para poder ver a qué me estaba enfrentando con el trabajo decidí recorrer la vía férrea en compañía de mi padre. Era un domingo casi nublado, algunos rayos del sol asomaban por entre las nubes como queriendo resplandecer al máximo; empezamos desde la parte trasera de la capilla San José. La primera impresión fue de soledad y suciedad, se veía basura y más basura como si fuera lo que ahora recorre  la carrilera. 
Después de un recorrido de 30 minutos el rastro del paso de los años se hace evidente; hay  maleza que cubre toda la vía férrea, sin embargo alrededor de la carrilera se respira la naturaleza y se sienten aquellas viejas costumbres de pueblo; incluso pudimos observar una familia haciendo un sancocho; pero todo en la vida no es felicidad, llegamos hasta un punto en el que la carrilera atravesaba un río utilizado ahora como cementerio de llantas, basura y hasta sitio de encuentro de animales; el río una prueba más de nuestra indiferencia y falta de voluntad contra el medio ambiente. Nuestro trayecto fue de dos horas y recorrimos una tercera parte del total de la vía férrea que atraviesa la ciudad.
Estábamos cansados; había algo de sentimientos encontrados, satisfacción de haber podido ver y experimentar estas sensaciones al recorrer la vía del tren, pero sentía desazón por no haber culminado el trayecto.
Dos días después tuve la suerte de poder encontrar y entrevistar a la señora María Elba Rincón de 64 años, oriunda de Duitama y conocedora del tema; ella nos cuenta que la construcción del tren se remonta a los años de 1932 y 1934; además nos contó  que la persona encargada de construirla fue el ingeniero belga Guillermo Patterson; nos narró que la construcción produjo controversia ya que unos hablaban de construirla por lo que hoy es la  carrera 17, mientras que otros decían que por la carrera 18; agregó que la solución la dio el alcalde Santiago Rivas quien decidió que se construyera por la famosa “calle 20”. En aquellos días también se decía que la llegada del tren marcó el más enorme impacto de desarrollo local y regional. Ella nos contó con simpatía que su mamá la llevó a conocer y a pasear en el tren, haciendo el trayecto de Duitama a Sogamoso. Agregó que fue algo asombroso ver a este “Monstruo de hierro” como lo denominó ya que lo consideraba algo inigualable, sin embargo, hoy en día éste monstruo ya no despierta las mismas pasiones, vivencias, amores o desamores.
Si invertimos la perspectiva por un momento ¿Qué es el tren para nosotros? Podría decirse que de este invento quedan toneladas de hierro regadas por la región; olvidado por algunos pero otros pocos esperanzados en que ese león, ese monstruo vuelva a “rugir”.
Ya terminando la entrevista, le hice la siguiente pregunta a doña María ¿Cuál es la percepción que tiene usted sobre el tren aquí en Duitama? Y con un gesto no muy agradable me respondió:
“Un servicio que está siendo desperdiciado porque somos una sociedad consumista, porque lo que nos llega lo desechamos, así sea bueno o malo  y no le hemos dado la importancia necesaria”
Si analizamos la respuesta no es ajena al panorama del tren en Colombia. Es algo olvidado, ya es un viejo recuerdo.
Ya tenía casi todo listo para el trabajo pero todavía quería recorrer el trayecto que me faltaba. Salí un domingo después de misa. Entré por la parte de atrás del supermercado Pasadena. Se veía un paisaje desolador, haciendo honor a la pobreza que lo rodea; visité la antigua  estación  y la bodega donde cargaban los vagones. La carrilera era un completo  barrial, no pudimos recorrer un tramo  ya que nos vimos frente a una pandilla   por los lados de la plaza de mercado y sentimos miedo al comprender que podríamos perder nuestras pertenencias; nos alejamos un poco y después retomamos el camino. Después  de un largo recorrido llegamos al sector Higueras donde se respiraba  naturaleza, vimos vacas amarradas a los rieles como si ahora fueran ellas las que los recorren; también vimos personas en sus labores de campo; ya casi salíamos de Duitama pero empezó a llover, así que nos retiramos, tomamos un bus y fuimos a casa. En ese momento pensaba en que había cumplido mi meta, ver con mis propios ojos lo que debió ser y experimentar este recorrido a bordo de un tren, y lo que debieron sentir los amigos de la carrilera.
Días después entrevisté al señor William Pérez de 87 años, que esforzando su memoria y reviviendo sus recuerdos me contó algunas historias que convivían en ese tiempo con la carrilera; me dijo que los niños en sus tiempos libres venían a esperar el tren, y en el momento que pasaba se montaban o se “colunchaban” para experimentar esa adrenalina que provocaba subirse al tren en pleno movimiento; también me narró cómo otros muchachos traían las tapas de las cervezas y las colocaban sobre los rieles del tren y después de que pasaba recogían los  filosos círculos llamados “rumbos” o “zumbos” con los que casaban fuertes peleas entre dos “luchadores” si se les puede llamar así; de vez en cuando alguno de aquellos “luchadores” salía con la cara cortada o con un ojo lastimado. Independientemente de estos usos, pienso que el tren en aquellas épocas fue un buen amigo de la gente de mi ciudad.

Por último, y pensando en lo que me dijo doña Elba Rincón, quien se dice que fue la primera alcaldesa de Duitama hacia 1987, no todo lo deberíamos tirar a la basura; si queremos algo hay que luchar por ello. Además veamos el daño que le hacemos a la naturaleza con comportamientos como botar basura o el daño que le hacemos a nuestra historia botando a la  basura la memoria que coexiste con y en cada uno de nosotros; deberíamos pensar que estos actos pueden llegar a ser irremediables y perjudiciales para nosotros, aunque estas actitudes son comunes en una sociedad como la colombiana que no se da cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde; nos hemos acostumbrado a ello. No dejemos que nuestra historia se pierda como se pierden los trenes en las montañas, además podemos observar que nuestra vida es como un tren  que va de un  lado a otro  luchando por llegar a  su destino.


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