Por
Julián David Corredor Cely
Esta crónica la realicé con
el fin de mostrarle a mis compañeros y a ustedes como es la vida de las
tenderas de la Ciudadela Industrial.
Las tiendas de la
Ciudadela Industrial son cuatro: Tienda JCV de Nubia Cely, Tienda Industrial de
Claudia Corredor, Tienda y parador Gallina Criolla de Patricia y Rosalba
Salamanca y Tienda Canchas Mini-Tejo de Sonia Guevara.
Hacia el 2003 la señora
Claudia Corredor empezó a construir la tienda pidiéndole ayuda a su padre Gonzalo
Corredor y a su esposo Raúl Granados, pero este dijo que primero harían la
construcción de su casa y luego sí la inversión en la tienda. Empezaron a
construir una casa de tres pisos con terraza incluida con muchas dificultades
económicas. Terminaron su gran objetivo, construir su casa en obra gris, luego
enchaparon solo el primer piso y luego hicieron el gran sueño de Claudia: su
tienda; ahora ella podía ayudarle económicamente a su esposo Raúl.
Fueron pasando los meses
y el éxito de Claudia con su tienda era muy bueno; en el 2004 la señora Nubia
Cely con su esposo Néstor Corredor y sus dos hijos, presentaban una gran crisis
económica, ya que Néstor no tenía trabajo y Nubia había estudiado secretaría,
pero no ejerció su profesión para dedicarse a cuidar a sus hijos y elaborar los
oficios de la casa. En una discusión familiar, Néstor propuso crear una tienda,
así mientras el conseguía trabajo ayudaba en la tienda.
Ellos vivían a lado de
la casa de Claudia, pidieron un préstamo al padre de Nubia y construyeron la
tienda muy rápido. Después de un tiempo ciertas “emociones” agobiaban a Claudia
porque la gente también entraba a la tienda de Nubia.
Ese mismo año, se volvió
a abrir la tienda más antigua de la Ciudadela; Cafetería Industrial, que había
cerrado por la muerte de la tendera, doña Rosa Guevara; pero un día que volvió
Sonia Guevara, su hija, heredera de esta propiedad; la reconstruyó y la volvió
a abrir, cambiándole el nombre, luego de seis años, y ahora se llama Canchas
Mini-Tejo.
Hacia el 2009, Patricia
Salamanca buscaba un local que arrendaran frente a la Ciudadela Industrial, y
lo encontró justo a una casa de diferencia de la tienda de Nubia y Claudia.
Empezaron a traer todo lo necesario para abrirla, primero los estantes de la
cerveza y de la gaseosa, el congelador, y otras cosas más… pero se les ocurrió
la maravillosa idea de no solo vender cerveza y gaseosa, sino también pasteles
y gallina. Pasaron unos meses y el éxito de este parador de comida, como
también la tienda de Nubia y Claudia aumentaba, pero el parador Gallina Criolla
se fue reconociendo ya que la gente no tenía donde almorzar y decidieron cambiar el arroz y la
ensalada, por una presa de gallina, consomé, unas papas saladas y una cerveza o
gaseosa bien frías.
Hoy cuatro años después,
las cuatro tiendas son muy reconocidas en la ciudadela industrial, aunque estas
aún no entiendan que cada una de ellas tiene sus propios clientes; a mí esta
situación me parece muy graciosa; por ejemplo podemos ver que si una tienda
pone una promoción, las otras tres la ponen con el mismo precio o menor; porque
como dicen por ahí: A todo colombiano le gusta ir donde es más barato.
La gente va a tomar más
que todo el viernes en la noche y el sábado al medio día, quizás tomando se
olviden de sus problemas y dificultades; otros disfrutan con sus amigos fechas
especiales como cumpleaños, navidad, año nuevo entre otros, e incluso bebiendo
se reconcilian. No todo es felicidad, ya que algunos clientes están borrachos y
gritan a las tenderas, y ellas tienen que aguantar sus cantaletas, llamar a sus
familiares para que los recojan o incluso mandarlos en un taxi de lo
embriagados que están. Algunas veces niegan la cuenta, niegan todo lo pedido estos
borrachitos de barrio, y las tenderas sí trasnochándose hasta las 10 u 11 de la
noche, y lo peor de todo es que a veces ellas no pueden salir con sus
familiares por quedarse atendiendo.
Las tenderas me contaron
algunas anécdotas que no son simples palabras sino están basadas en hechos
reales; la que más me impactó fue la de doña Nubia Cely:
-“Un día llegaron a mi
tienda tres señores llamados Jorge, Zamír y Fabián, muy amigos míos, de la
empresa IDEA de la ciudadela industrial, como a la 1 de la tarde llegaron y era
un sábado. Recuerdo que fue en el 2008. Hicieron su pedido y empezaron a beber.
Bebiendo les dieron las 7:30 de la noche y los tres estaban muy ebrios. Fabián
apuraba a Zamír para irse ya que tenían que coger un bus para regresar a casa.
Cancelaron la cuenta y yo les dije que si les llamaba un taxi, pero solo me
respondieron que no, ya que iban para Tunja. Jorge se quedó sentado en la silla
solo, y Zamír y Fabián se despidieron pero cuando cruzaban la calle, un autobús
de la empresa Cotrachica se acercaba muy rápidamente… Zamír vio que venía el
autobús así que se retrocedió e intento halar a Fabián para rescatarlo, pero ya
era muy tarde… Fabián estaba a unos cuantos metros de él, pero detrás de esta
buseta venía un carro pequeño y atropelló a Fabián… no pararon ni el carro ni
el bus. Los amigos y el resto de la gente cercana fueron a ayudarlo mientras
que yo llamaba una ambulancia muy angustiada, pero cuando llegó la ambulancia
ya era demasiado tarde, Fabián había muerto; Zamír estaba vivo de milagro. No
fui capaz de ir a verlo, solo un policía se acercó a mi tienda a que le hiciera
el favor de regalarle una sábana para tapar el cuerpo, fue tan feo ese momento
para mí, ya que si yo no los hubiera dejado ir de la tienda, o les hubiera
llamado sus familiares no hubiera sucedido absolutamente nada.”-
Las otras tenderas compartieron el incidente así como tuvieron que
aprender a compartir los clientes porque son vecinas. En
estos lugares se ve lo que es un barrio, su cotidianidad y el tiempo que pasa…
Dejo hasta aquí porque me toca ir a hacer un mandado a la tienda.
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