jueves, 7 de noviembre de 2013

MIS HÉROES NO USAN CAPA NI ESPADA, USAN RUANA Y BASTÓN


Por Ángela Patricia Gil Sosa.

Quién pensaría que después de 44 años de casados don Carlos Sosa y doña  María Bárbara Cabra seguirían demostrando el amor que a sus 23 y 20 años juraron mantener.
Ellos me contaron que a pesar de comenzar una vida con duras condiciones pudieron salir adelante; dicen que al haber compartido tres meses de su noviazgo se dieron cuenta que podrían, de ahí en adelante, vivir juntos; afirman que en su hogar, sus hijas fueron la alegría y que ellas hoy en día les dan la fortuna de ser abuelos.
Hoy tratan de hacer que sus nietos entiendan la oportunidad que representa, poder estudiar; don Carlos cuenta que en aquella época de juventud apenas alcanzó a cursar primero de primaria; sus padres decidieron que a la edad de 5 años ya podía  trabajar y así ayudar a mantener a su familia.
Al contrario, doña Bárbara, alcanzó a estudiar hasta décimo, pero dejó, el estudio; nos cuenta que se salió del colegio porque quedó embarazada y decidió  dedicarse a su familia.
Ellos a veces nos describen también las condiciones en las que vivían en su época; el transporte por ejemplo se hacía en carretillas o en burro;  cuentan que cuando sus hijas enfermaban las llevaban a un hospital de caridad y que allí debían esperar muchas horas para por fin ser atendidas; su único medio de investigación eran los libros y no como ahora que encontramos las enciclopedias, libros avanzados o el internet que son útiles para investigar trabajos escolares, universitarios o bien sea del trabajo; también dicen que la alimentación en aquellos años era fácil de conseguir porque las personas tenían cerca, sembrados de alimentos, y allí conseguían lo necesario,  y que por el  contrario de hoy, los alimentos no costaban tanto; agregan que la  única bebida en ese entonces era el guarapo o la bien conocida chicha.
Sus 5 hijas nos dan a conocer la importancia de la responsabilidad que sus padres inculcaron en ellas, dicen que en ese entonces para salir a fiestas debían estar en horas precisas y que las muchachas pedían permiso a los papás para que las dejaran salir pero que nunca fueron castigadas duramente, sino que ellos le quitaban lo que más les gustaba como por ejemplo la televisión y las salidas con amigos a los bailes.
Además algunas de ellas narran que la experiencia de haber salido por primera vez de su casa cuando se casaron fue muy dura,  pues en su hogar una sola ayudaba con los que quehaceres y que cuando se independizaron  no sabían ni cocinar.
Las hijas agregan que para ellos sus experiencias vividas no solo hacen lo que hoy son, sino lo que también serán sus hijos el día de mañana; además narran cómo fue la relación entre los jóvenes en ese entonces, para ellas, éstas eran muy serias y llenas de responsabilidad; hoy se asombran mirando a tantas jóvenes embarazadas y llenas de problemas, porque no saben qué hacer con una nueva responsabilidad.

Don Carlos y doña Bárbara nos cuentan que cuando formaron su familia pensaron en construir una vivienda propia, ladrillo por ladrillo; hoy sus hijas junto con sus familias ya tienen un lugar a donde llegar sábado tras sábado a compartir las experiencias de la semana.
Aceptan que con su primer nieto cometieron una equivocación que hoy en día duro se paga; toda la familia se centró en él sin darle correcciones cuando lo merecía, y sin aceptar regaños o quejas sobre él.
Así aprendieron a criar a sus nietos y ambos se sienten orgullosos de ser abuelos y de lo que han logrado formar; Aprendieron que en la vida existen muchos motivos para luchar y para salir adelante.
Las siguientes son algunas historias con las que nos asombraron cuando éramos más pequeños:
Un día doña María Bárbara nos contó que cuando ella era muy pequeña y vivía en el páramo, su papá la mandó a traer leña y también a traer las vacas; cuando regresaba, sorprendida, vio unos patos de oro; ella los correteó lo más que pudo pero cuando ya casi había atrapado uno se escapó y se metió a la laguna llamada Pan de azúcar; la laguna al instante se llenó de neblina y ella alcanzó a divisar cómo el pato de oro se desvaneció en medio del agua. De hecho mucha gente afirma que en el fondo hay oro enterrado, y que por eso la laguna cada vez que le arrojan algún material se llena de neblina para que las personas se pierdan y no puedan volver a encontrar el camino de regreso. Doña
Bárbara, muy asustada recogió sus vacas, y cuando iba bajando una de ellas se le soltó así que decidió dejar amarradas a las demás y cuando el animal iba corriendo, de repente desapareció y de ahí en adelante no supo que pasó con la vaca ni mucho menos con los patos de oro .
Otra que logró llamar mi atención fue la que sucedió hace más de 50 años cuando el papá de doña Bárbara venía con leña y de repente se encontró unas tutumas de oro; él, muy entusiasmado, las recogió en una mochila y las echó encima de la leña; al pasar el tiempo la leña se le hacía más y más pesada, cuando descansó fue a mirar su mochila, cuando la cogió salieron 3 serpientes que se sumergieron en la tierra; cuentan que tiempo después de lo sucedido, este lugar se empezó a venir abajo y se formó un páramo que hoy en día aún persiste pero  se escondió entre árboles y es muy difícil de ubicar.
Aunque estas historias parezcan extraordinarias, yo le creo a mi abuela.
Otra de las historias explica cómo una de mis tías abuelas logró deshacerse de las pecas de la cara. Cuando cumplió los 14 años de edad tenía muchas pecas en la cara y cada tarde iba a un río cercano a la casa donde vivían y allí se restregaba la cara con una piedra hasta que le saliera sangre; fue por mucho tiempo hasta que un día por fin su cara quedó del todo blanca y a pesar de que todos lo consideraban imposible ella a sus 16 años ya no tenía ninguna peca en su rostro.
Otra de sus historias, dice que un día cuando jugaba con su hermanito menor, con una de sus hermanas, se les cayó el niño; ellas no le dieron mayor importancia pero al pasar los años se empezaron a dar cuenta que el joven estaba caminando muy extraño; cuando lo llevaron al médico, éste les dijo que él había sufrido una lesión en sus rodillas y por esto se le haría difícil caminar; hoy a pesar de todo, su hermano tiene una hermosa hija y es casado, pero doña Bárbara se siente responsable de lo que a su hermano le pasó, porque él debido a la lesión nunca pudo tener un trabajo estable; sin embargo él nos dice, entre muchas otras cosas con las que ha llegado a conmover a más de una persona, que las perdonó y que ha gozado de una vida feliz al lado de su familia.  
Mis tías me cuentan que cuando estaban pequeñas se separaron de una de sus hermanas porque mis abuelos se la dieron a otros familiares para que la cuidaran; sobre esto doña Bárbara dice que decidieron hacer esto porque allá podrían darle mejores condiciones, algo que ellos con sus otras cuatro hijas no hubieran logrado.
Además hablamos con don Carlos y él nos dijo que le hubiera gustado tener un hijo algo que fue imposible pero se siente demasiado orgulloso de que al menos tuvo la oportunidad de ser padre.
Sus nietos nos cuentan que sus abuelos para ellos son la felicidad en su familia; los que los escuchan, defienden, consienten y les dan el apoyo incondicional que tal vez ninguna otra persona podría reemplazar.
Hoy en día, tras pasar el tiempo, don Carlos no ha perdido el entusiasmo de lo que ha venido haciendo desde los 5 años; trabajar por su familia ayudado por su esposa Bárbara; ellos salen cada mañana a ordeñar sus vacas, a mirar su finca, darles comida a los animales ya que para ellos es el sustento de cada día.

Hoy, ambos se sienten orgullosos de lo que ya pudieron formar y  esperan llevar una vejez tranquila, sabiendo que sus hijas ya tienen un motivo por quien luchar y que ellos ya tienen la satisfacción  de que todo lo que hicieron fue lo correcto para sacarlas adelante, viviendo tranquilos con su deber cumplido y disfrutando de su familia.

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