miércoles, 13 de noviembre de 2013

RECORDAR NO ES VIVIR

 Por KARLA NAYIBE FLOREZ MENDOZA
  
El principal objetivo de este escrito es presentar mi visión sobre lo que significa ser madre soltera, a partir de la historia de vida de mi madre. Ser madre soltera es un fenómeno que deben afrontar las mujeres en esta sociedad, sin embargo, desde mi punto de vista se trata de mujeres guerreras que han tenido que afrontar la vida de una manera heroica, en una sociedad que aún vive del qué dirán y de la visión que imponen los machos.
De este objetivo se desprende la posibilidad de hacer un homenaje a aquellas mujeres valientes, que están en ésta situación. A largo plazo el proyecto se  dirige a exigir que se mejoren las condiciones de vida de las mujeres que son madres solteras, y de esta manera proponerles a las mujeres que piensen en el concepto de autonomía al margen de lo que impone una tradición que no encaja con la realidad de mujer.
Yo quise hacer mi escrito pensando en mi madre porque ella es una madre soltera como muchas, que han dejado su pasado y quieren vivir su presente; algunas personas piensan que en el pasado está la historia del futuro, pero yo quiero hacerles saber que esto no tiene por qué ser así.
Mi madre se llama Lida Beatriz Mendoza Bolaños; nació el 19 de Septiembre de 1964, en el Guamo-Tolima; desde pequeña ha tenido que trabajar; a los nueve años trabajó cuidando a una señora llamada Cleofe, quien le pagaba dos mil pesos el día por ayudarle, pero quien se los daba a su  madre, y ella a su vez los gastaba para cosas de la casa; su infancia y su adolescencia las vivió en una vereda llamada Barroso. Estudió en la escuela de la vereda llamada Escuela de Barroso hasta tercer grado; como sus padres trabajaban todo el día no podían tenerles el almuerzo, por eso ella pedía permiso en la escuela para poder ir a su casa, y hacer el almuerzo para su familia.
A pesar de que sus padres no tenían muchas cosas para ofrecerles, ella dice que era feliz. No tuvo adolescencia, ya que a sus padres no les gustaba que tuviera amigos ni amigas, porque su puesto como mujer estaba en la casa y no en la calle.
A los veintitrés años, se casó con Plinio Flórez Moreno; cuando se fue de la casa incitada por su marido, quien le dijo que se escaparan para que pudieran conformar una familia en Boyacá, ella aceptó porque estaba enamorada; llegaron a vivir a La Trinidad donde un familiar. Irse de la casa de sus padres fue duro; viviendo con Plinio no podía salir si él no estaba ya que no podía dejar a sus hijas solas.
A los veintiséis años tuvo a su primer hija, Andrea Camila Flórez Mendoza, y a los veintisiete años empezó a trabajar como empleada de servicio; duró cinco años trabajando hasta que se enteró que estaba embarazada de su segunda hija Katherine Flórez Mendoza; para esos días, vivían en Chía-Cundinamarca con un familiar; cuatro años después, cuando ella tenía treintaicinco años, tuvo a su ultima hija Karla Nayibe Flórez Mendoza.
Su marido era caballista y alcohólico, ella se aburrió de que todos los días llagara borracho a maltratarla, humillarla y menospreciarla frente a sus hijas, entonces decidió separarse porque él no la apoyó en los planes para su futuro; además  hoy creo que él no tiene criterio propio ni ética, hizo lo que quiso simplemente porque él era el “macho” de la casa, y a esos hombres se les dice llamar padres.
Pero mi madre a pesar de que no tiene muchas cosas para ofrecernos es una mujer que ha luchado para conseguir lo que tiene ahora; es una verraca que no se deja derrumbar por cosas como estas; ella sabe lo que quiere; sueña y anhela cosas para su vida y para las de nosotras.
Mi madre es para mí una inspiración, es mi orgullo, es un ejemplo a seguir; es una mujer que se cansó y no quiso seguir más como un objeto, porque las mujeres no nacimos para cocinar, lavar, planchar, y servirle a un hombre que al fin de cuentas nunca va a saber valorar lo que tuvo.
¿Alguien se ha preguntado qué es lo que quieren las madres soteras? Quizá solamente quieren un poco de justicia y encontrar alguna solución a sus problemas; estas mujeres que han sido silenciadas criticadas y hasta juzgadas por la sociedad que aún vive de contradicciones y del prototipo de familia impuesto por la Iglesia, sólo quieren respeto y oportunidades. Ellas muestran que una familia no solo se conforma de mamá, papá e hijos.
La historia de mi madre es la historia de una mujer que hizo lo que su corazón le decía a gritos: sepárese, y lo hizo sin importar lo que dijera la gente porque como ella dice: “siempre seré dueña de mis emociones, si me siento deprimida cantaré, si me siento triste reiré. Si me siento enferma, redoblaré mi trabajo, si siento miedo me lanzaré adelante, porque no me importa lo que diga la gente; simplemente soy lo que soy y nada ni  nadie me hará cambiar”.
Mi madre es una mujer que nos sacó adelante sola; nos educó, nos inculcó valores porque mi padre es un hombre cobarde, porque desde que se separaron mis padres, él no quiso saber nada de nosotras, pensó que se había liberado de sus responsabilidades.
Mi madre una vez me dijo que la vida es de ella pero que su corazón es de su familia, y que la sonrisa es de ella, pero que el motivo de su risa son sus hijas. Y para mí es impresionante saber que una madre es capaz de dar la vida por un hijo.
Pero yo que soy mujer quiero cuestionar la precaria forma de pensar de algunos hombres y mujeres que piensan que la mujer es inferior al hombre, o según la cual la mujer es lo que el hombre quiere que sea.
Esta lucha aún no ha terminado, desgraciadamente, existen hombres que no reconocen las capacidades y derechos de la mujer, incluso hay hombres que consideran a la mujer un ser humano con capacidades inferiores a las del hombre, y lo más trágico es que hay mujeres que piensan de la misma forma.
Ser madre soltera, nunca debe ser un obstáculo para superarse, se debe seguir caminando por la vida con la frente muy en alto; se deben derrumbar los prejuicios de la gente que les llaman a sus hijos “ilegítimos”; esto es mentira porque ellas los han legitimado con amor genuino, tierno, puro, luchador e incondicional.
Es tan injusto que a la mujer se le menosprecie por  el solo hecho de ser mujer; qué ridículo pensar que un hombre es más capaz que una mujer. Somos humanos con pequeños rasgos que nos hacen diferentes.
Hoy en día mi madre es una mujer independiente, es una señora muy luchadora, tiene una tienda y vive con dos de sus hijas; ahora cree muy pocas veces haber sido feliz, pero para serlo es una mujer que dejó su pasado donde debe estar.
Su mente y su corazón son vulnerables al dolor, y esto tal vez la ha hecho tan fuerte porque una vez me dijo: “la vida nos enseña a vivir”. Por eso digo que a veces recordar no es vivir, porque hay recuerdos que es mejor dejarlos atrás, perdidos en la memoria, porque sino las heridas del pasado continuarán abiertas y sin cicatrizar.

Mi madre, y en general todas las mujeres, son mujeres sin historia, y como dijo Silvio Rodríguez las personas sin historia son la historia. 

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