Quién pensaría que después de
44 años de casados don Carlos Sosa y doña
María Bárbara Cabra seguirían demostrando el amor que a sus 23 y 20 años
juraron mantener.
Ellos me contaron que a pesar
de comenzar una vida con duras condiciones pudieron salir adelante; dicen que
al haber compartido tres meses de su noviazgo se dieron cuenta que podrían, de
ahí en adelante, vivir juntos; afirman que en su hogar, sus hijas fueron la
alegría y que ellas hoy en día les dan la fortuna de ser abuelos.
Hoy tratan de hacer que sus
nietos entiendan la oportunidad que representa, poder estudiar; don Carlos
cuenta que en aquella época de juventud apenas alcanzó a
cursar primero de primaria; sus padres decidieron que a la edad de 5 años ya
podía trabajar y así ayudar a mantener a
su familia.
Al contrario, doña Bárbara,
alcanzó a estudiar hasta décimo, pero dejó, el estudio; nos cuenta que se salió
del colegio porque quedó embarazada y decidió
dedicarse a su familia.
Ellos a veces nos describen
también las condiciones en las que vivían en su época; el transporte por
ejemplo se hacía en carretillas o en burro; cuentan que cuando sus hijas enfermaban las
llevaban a un hospital de caridad y que allí debían esperar muchas horas para
por fin ser atendidas; su único medio de investigación eran los libros y no
como ahora que encontramos las enciclopedias, libros avanzados
o el internet que son útiles para investigar trabajos escolares, universitarios
o bien sea del trabajo; también dicen que la alimentación en aquellos años era
fácil de conseguir porque las personas tenían cerca, sembrados de alimentos, y allí
conseguían lo necesario, y que por el contrario de hoy, los alimentos no costaban
tanto; agregan que la única bebida en
ese entonces era el guarapo o la bien conocida chicha.

Además algunas de ellas narran
que la experiencia de haber salido por primera vez de su casa cuando se casaron
fue muy dura, pues en su hogar una sola
ayudaba con los que quehaceres y que cuando se independizaron no sabían ni cocinar.
Las hijas agregan que para
ellos sus experiencias vividas no solo hacen lo que hoy son, sino lo que
también serán sus hijos el día de mañana; además narran cómo fue la relación
entre los jóvenes en ese entonces, para ellas, éstas eran muy serias y llenas
de responsabilidad; hoy se asombran mirando a tantas jóvenes embarazadas y
llenas de problemas, porque no saben qué hacer con una nueva responsabilidad.
Don
Carlos y doña Bárbara nos cuentan que cuando formaron su familia pensaron en
construir una vivienda propia, ladrillo por ladrillo; hoy sus hijas junto con
sus familias ya tienen un lugar a donde llegar sábado tras sábado a compartir las
experiencias de la semana.
Aceptan que con su primer nieto
cometieron una equivocación que hoy en día duro se paga; toda la familia se
centró en él sin darle correcciones cuando lo merecía, y sin aceptar regaños o
quejas sobre él.
Así aprendieron a criar a sus
nietos y ambos se sienten orgullosos de ser abuelos y de lo que han logrado
formar; Aprendieron que en la vida existen muchos motivos para luchar y para
salir adelante.
Las siguientes son algunas
historias con las que nos asombraron cuando éramos más pequeños:

Bárbara,
muy asustada recogió sus vacas, y cuando iba bajando una de ellas se le soltó
así que decidió dejar amarradas a las demás y cuando el animal iba corriendo,
de repente desapareció y de ahí en adelante no supo que pasó con la vaca ni
mucho menos con los patos de oro .
Otra que logró llamar mi atención
fue la que sucedió hace más de 50 años cuando el papá de doña Bárbara venía con
leña y de repente se encontró unas tutumas de oro; él, muy entusiasmado, las
recogió en una mochila y las echó encima de la leña; al pasar el tiempo la leña
se le hacía más y más pesada, cuando descansó fue a mirar su mochila, cuando la
cogió salieron 3 serpientes que se sumergieron en la tierra; cuentan que tiempo
después de lo sucedido, este lugar se empezó a venir abajo y se formó un páramo
que hoy en día aún persiste pero se
escondió entre árboles y es muy difícil de ubicar.
Otra de las historias explica
cómo una de mis tías abuelas logró deshacerse de las pecas de la cara. Cuando
cumplió los 14 años de edad tenía muchas pecas en la cara y cada tarde iba a un
río cercano a la casa donde vivían y allí se restregaba la cara con una piedra
hasta que le saliera sangre; fue por mucho tiempo hasta que un día por fin su
cara quedó del todo blanca y a pesar de que todos lo consideraban imposible
ella a sus 16 años ya no tenía ninguna peca en su rostro.
Otra de sus historias, dice que
un día cuando jugaba con su hermanito menor, con una de sus hermanas, se les
cayó el niño; ellas no le dieron mayor importancia pero al pasar los años se
empezaron a dar cuenta que el joven estaba caminando muy extraño; cuando lo
llevaron al médico, éste les dijo que él había sufrido una lesión en sus
rodillas y por esto se le haría difícil caminar; hoy a pesar de todo, su
hermano tiene una hermosa hija y es casado, pero doña Bárbara se siente
responsable de lo que a su hermano le pasó, porque él debido a la lesión nunca
pudo tener un trabajo estable; sin embargo él nos dice, entre muchas otras cosas
con las que ha llegado a conmover a más de una persona, que las perdonó y que ha
gozado de una vida feliz al lado de su familia.

Además
hablamos con don Carlos y él nos dijo que le hubiera gustado tener un hijo algo
que fue imposible pero se siente demasiado orgulloso de que al menos tuvo la
oportunidad de ser padre.
Sus nietos nos cuentan que sus
abuelos para ellos son la felicidad en su familia; los que los escuchan,
defienden, consienten y les dan el apoyo incondicional que tal vez ninguna otra
persona podría reemplazar.
Hoy en día, tras pasar el
tiempo, don Carlos no ha perdido el entusiasmo de lo que ha venido haciendo
desde los 5 años; trabajar por su familia ayudado por su esposa Bárbara; ellos
salen cada mañana a ordeñar sus vacas, a mirar su finca, darles comida a los
animales ya que para ellos es el sustento de cada día.
Hoy, ambos se sienten
orgullosos de lo que ya pudieron formar y
esperan llevar una vejez tranquila, sabiendo que sus hijas ya tienen un
motivo por quien luchar y que ellos ya tienen la satisfacción de que todo lo que hicieron fue lo correcto para
sacarlas adelante, viviendo tranquilos con su deber cumplido y disfrutando de
su familia.
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